lunes, 14 de septiembre de 2009

Cuentos y leyendas: La princesa convertida en pájaro.

La princesa convertida en pájaro
Leyenda paraguaya
     Sangrienta había sido la lucha de las dos tribus indígenas en la selva paraguaya, y el triunfo había correspondido a los guaraníes. Tomaron muchos prisioneros , entre los que se destacaba un joven y arrogante guerrero de la tribu Tupí, que ahora se veía encadenado y abatido. Pero una sorpresiva dicha vino un día a iluminar sus tristes horas de prisionero. La princesa Ñambiú, hermosa hija del cacique guaraní pasó ante él. Los dos jóvenes se enamoraron y ya solo vivieron con la esperanza de casarse.
     Este sentimiento provocó indignación en el poderoso cacique, y se opuso a que la joven princesa volviese a ver al prisionero.  La separación de los enamorados  fue total, porque el guerrero tupí fue muy vigilado y Ñambiú no pudo hallar la ocasión de acercarse a él.
     La princesa estaba muy triste y lloraba a menudo. Se sentía sola, y comenzó a gustarle el vagar por la selva, contando sus desdichas a los árboles, que parecían escucharla y responder con el murmullo de sus hojas. Hasta que un día, en que la princesa no pudo soportar más su soledad y  huyo al monte para siempre, a refugiarse entre los árboles amigos.
     Grande fue la desesperación del cacique y de su esposa. La primera sospecha fue que hubiera huido con el jóven tupí,  pero pronto pudo saberse que éste seguía prisionero.  A su vez él pudo dar una pista: había soñado que su amada Ñambiú estaba en los montes que rodean el Iguazú, donde fuera llevada por una bruja.
     El cacique ordenó inmediatamente que partieran a buscarla un grupo de guerreros. El paso de tanta  gente por  la selva  alborotó a los pájaros, y Ñambiú que comprendió que algo ocurría, salió al camino. Allí se encontró con los enviados de su padre. pero en vano fue que la instaran a regresar. Ñambiú se negó, y pese a la alegría del encuentro, los guerreros tuvieron que volver sin ella.
     Cuando el padre lo supo grande fue su pena, pero nada podía hacer. Entonces fueron las amigas de la joven quienes intentaron convencerla. Se internaron en la espesa selva y la llamaron dulcemente. Pero tampoco pudieron nada las súplicas. Entonces el cacique consulto al adivino de la tribu.
     -Ñambiú volverá -respondió éste- cuando vuelva a sentir y a hablar.
     El cacique decidió partir en busca de su hija. Una gran comitiva se encaminó a los montes del Iguazú.
Iba también el adivino que había indicado el mal que padecía Ñambiú.
       Para lograr conmoverla en forma tal que recuperara el habla y los sentimientos, los padres no se presentaron ante ella, y los primeros emisarios que se acercaron a ella, le dijeron que había muerto. Nada respondió la princesa, que permaneció como una estatua, sin que una lágrima asomara a sus ojos. Entonces el mago se plantó ante ella y le dió la noticia de la muerte del prisionero tupí .

 Ñambiú se estremeció violentamente, y un grito desgarrador, un lamento tristísimo brotó de sus labios. Despúes, desapareció en la selva, y a poco, un ave desconocida vagaba entre los árboles, cantando tristemente. Se había transformado en el Urutaú, cuyo canto, es un triste lamento.

 
De:  Leyendas universales.  Adap. por Daroqui, Julia, Koch, Santos Martinez, il. Buenos Aires; Sigmar, 196. 6o p.





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